Cubren el 10 % de la superficie terrestre y suman 70 % del agua dulce.
Las escenas apocalípticas del fuego consumiendo decenas de casas en Los Ángeles se relacionan con una de las temporadas más secas en California en más de 80 años de registros meteorológicos. En la Tierra, todo se conecta. El cambio climático evidencia un aumento de los fenómenos climáticos extremos. Las olas de calor y las sequías se han hecho más extensas y los incendios forestales se han incrementado, mientras que el hielo de la criosfera se derrite de manera alarmante.
En diciembre de 2022, la Asamblea General de las Naciones Unidas resolvió declarar 2025 como el Año Internacional de la Preservación de los Glaciares, acompañado de la proclamación del 21 de marzo como el Día Mundial de los Glaciares a partir de este año.
Esta iniciativa busca aumentar la conciencia global sobre el papel crítico de los glaciares, la nieve y el hielo en el sistema climático, así como sobre los impactos económicos, sociales y ambientales de los cambios en la criosfera terrestre, término que proviene del griego kryos o frío. La criosfera abarca áreas terrestres y marinas donde existe nieve o hielo; principalmente en los círculos polares Ártico y Antártico.
La guarida del hielo
Los glaciares son masas de hielo permanente que pueden medir desde unos metros hasta dos mil metros de espesor. Estos monstruos de hielo son cruciales para regular el clima mundial y suministrar agua dulce para miles de millones de personas. El cambio climático, impulsado principalmente por las actividades humanas desde el siglo XIX, ha ocasionado la pérdida gradual de estas enormes masas de hielo.
Desde hace tres décadas, el deshielo de la criosfera se ha intensificado. Se calcula que en la actualidad se pierden anualmente 58.000 millones de toneladas de hielo al año en los glaciares. Grupos de investigación en todo el mundo abordan distintos aspectos de lo que es considerado el principal termómetro del cambio climático. De hecho, existe una investigación de la Universidad de Colorado Boulder, en Estados Unidos, y del Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR), que advierte sobre la muy estrecha relación entre los incendios forestales en occidente, las nubes que se concentran en el Polo Norte y el derretimiento del hielo marino del Ártico.
La investigación encontró que las partículas emitidas por los incendios forestales en las zonas urbanas pueden afectar lo que sucede en el Ártico, a miles de millas de distancia. Mediante las diferencias entre modelos climáticos se descubrió que el hollín y otra biomasa quemada en los incendios forestales del hemisferio norte pueden, eventualmente, llegar al Ártico y afectar el hielo marino. Así, los eventos extremos en todo el mundo van agregando nuevas condicionantes al tambaleante escenario medioambiental.
Un estudio de la Universidad de Lancaster sobre las sustancias químicas volátiles señala que las partículas generadas por los incendios y otros contaminantes pueden viajar hasta el Polo Sur en solo días para abonarse a las capas de hielo que van coronando los glaciares. Al final, la historia medioambiental queda inscrita en estas partículas para convertirse en un registro de los contaminantes que se remonta décadas atrás.
Glaciares, los gigantes de hielo en peligro
Cubren el 10 % de la superficie terrestre y suman 70 % del agua dulce.
Las escenas apocalípticas del fuego consumiendo decenas de casas en Los Ángeles se relacionan con una de las temporadas más secas en California en más de 80 años de registros meteorológicos. En la Tierra, todo se conecta. El cambio climático evidencia un aumento de los fenómenos climáticos extremos. Las olas de calor y las sequías se han hecho más extensas y los incendios forestales se han incrementado, mientras que el hielo de la criosfera se derrite de manera alarmante.
La guarida del hielo